Johnny

Johnny es más bien alto, medirá un metro ochenta y cinco, y es de complexión delgada, muy delgada. Debe rozar la sesentena.Toma café en el bar de la esquina , debajo de mi casa, cada día y a la misma hora desafía al tiempo con su puntalidad inglesa. Johnny nunca sonríe. Solo, siempre solo,observa a través de sus enormes ojos azules lo que pasa a su alrededor, expectante quema los minutos fumando un cigarrillo tras de otro, esperando quizás a alguien que nunca llega.

Su rostro está cuidado, no da la impresión de haber sufrido demasiado, me atrevería a decir que fue muy atractivo en su juventud, me atrevería incluso a afirmar que fue guapo, conserva un halo de seducción innato en su porte, sin desgarbe alguno fuma y bebe una copa de anis.

Su mirada impacta unos segundos con la mía, como una bocanada de aire helado me transmite curiosamente nada, las drogas legales que le administran deben provocar ese efecto, si no no me lo explico. Fuma y fuma sin parar mirando por la ventana con la mirada perdida. El camarero se acerca y le pregunta si quiere que le cobre , Johnny asiente, pero no habla, tal vez no tenga nada que decir, tal vez no valga la pena, fingir locura, algunas veces es cordura.